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Foto del escritorAngela Larrubia

¿Sabes comunicarte? ¿De manera consciente?

Comunicación consciente para una conexión verdadera. Una práctica de mindfulness y una necesidad imperiosa en nuestra vida y nuestra sociedad.



¡Hola a todos!

Esta semana me gustaría que habláramos acerca de la comunicación. Sí, algo tan simple (o realmente complicado) como hablar y escuchar. Pero no me refiero a un mero intercambio de palabras, sino a un hablar y escuchar atento, abierto y generoso donde exista una comunicación sincera y una conexión profunda con nuestro interlocutor. ¡Ahí queda eso!, de sencillo nada, ¿verdad?


Perdonad si me pongo un poco en plan “consultora”, pero creo que la calidad de nuestro proceso de comunicación con los demás, tanto en el plano profesional como en el personal, está cayendo exponencialmente y lo malo es que continúa en caída libre.

La calidad de nuestro proceso de comunicación con los demás está cayendo exponencialmente.

Y nuestra vida y la civilización que nos toca vivir no ayudan… siempre corriendo, con tropecientos canales de comunicación a la vez, atacándonos constantemente, que nos dispersan y saturan, con medios de comunicación digitales y asíncronos que, aunque muy eficientes en algunas ocasiones, quitan fluidez a la comunicación y facilitan malentendidos. Y sobre todo, con una interacción personal directa cada vez más limitada en tiempo y espacio que nos hace perder la riqueza del contexto, del lenguaje corporal, del tono de voz, de la mirada… Y voy más allá… ¡si ni siquiera nos escuchamos a nosotros mismos!


Quizá podamos hacernos algunas preguntas rápidas en este sentido:


¿Cuándo fue la última vez que te sentiste realmente escuchado y comprendido? Y en justa correlación, ¿consideras que pones la suficiente atención cuando te hablan?


¿Con qué frecuencia consideras que tus conversaciones son realmente fructíferas?


¿Dedicas el tiempo necesario para conectar de verdad, para establecer auténticas relaciones de confianza? ¿No te ha pasado, en una conversación, que estás más bien preparando la respuesta que escuchando al otro? Confieso que a mí me ha pasado mucho en el ámbito profesional, cuando tocaba temas comerciales con mis clientes.

¿No te ha pasado, en una conversación, que estás más bien preparando la respuesta que escuchando al otro?

¿Te descubres con frecuencia fuera de la conversación, perdido en esos pensamientos que vienen y van e intentando reenganchar como puedes cuando te hacen una pregunta directa?


¿Escribes whatsapps y revisas correos electrónicos, siempre “superimportantes”, mientras hablas / escuchas? ¿De verdad es posible estar a todo? Yo esto lo he visto mucho, sobre todo ahora cuando muchos estamos teletrabajando y no tenemos puesto el video ¿verdad?


Debo decir que soy la primera que entono el “mea culpa”. Quizá a veces escuchamos sólo lo justo para elaborar la respuesta que menos nos comprometa, que nos permita “salir del paso”, aquella con la que acabamos más rápido, o sencillamente la que podemos elaborar con la escasa información que hemos podido captar entre distracción y distracción. O entresacando lo que parece que quieren decir los 17 correos encadenados que he recibido.

Para escuchar correctamente: atención + intención.

Una auténtica escucha requiere una combinación de intención y atención. Por un lado, la parte de la intención es tener un interés genuino y empático en la otra persona: sus experiencias, puntos de vista, sentimientos y necesidades. Por el otro lado, la parte de la atención es poder permanecer presente, abierto e imparcial mientras recibimos las palabras del otro, incluso cuando no se alinean con nuestras propias ideas o deseos.


Y de la misma forma, hablar o comunicar bien requiere hacerlo de forma sincera y atenta, desde una conexión directa con lo que realmente sentimos y percibimos, dándonos tiempo para seleccionar palabras y ordenar ideas. Y con firme base en lo que de verdad necesitamos y dando también espacio para lo que necesita la otra persona, desde la amabilidad y el respeto.

Y también hay que comunicarse de manera sincera y atenta. Con una conexión directa a lo que realmente percibimos y sentimos.

Ahora es donde pensamos: “¡Ya, pero que lo haga también el otro!” 😊. Completamente de acuerdo, en un mundo ideal. Pero estamos en un mundo real, y en este mundo real, solo podemos trabajar con lo que tenemos de verdad a nuestro alcance. ¿Y si comenzamos por nosotros mismos?... Quizá nos sorprenda lo que pueda ocurrir alrededor.


Te propongo un ejercicio fácil. A ver si te atreves. ¿Podrías poner una nota realista (de 1 a 10) a la calidad de tu comunicación con tu equipo, con tus colegas, con tus interlocutores profesionales? Y en el plano personal ¿Con tu pareja, con tus hijos, y con tus amigos? Por si puede ayudarte, te ofrezco una lista escueta de criterios o requisitos para ayudarte en esta evaluación:

¿Te atreves a hacer un ejercicio para calificar tu forma de comunicarte?
  • Realizar una escucha atenta, respetuosa y empática

  • Conectar con lo que siente, dice o piensa la otra persona

  • Prestar atención al contexto, lenguaje corporal y mensajes no pronunciados

  • Usar palabras sinceras, conscientes y claras con firme base en lo que percibimos, sentimos, necesitamos y deseamos

  • Tener en cuenta nuestras necesidades y las de los demás

  • Dejar las prisas y abrir sin miedo espacios de silencio, oportunidades de comunicación verdadera

  • Observar distracciones, pensamientos y emociones que puedan surgir y cómo reaccionamos

  • Evitar automatismos

  • Hacernos conscientes de juicios rápidos, resistencia a otras ideas y creencias o prejuicios

  • Bajar de las opiniones a los hechos, que son neutros

  • Tener una actitud de construir y solucionar, en vez de destruir o buscar culpables

  • Practicar comprensión y empatía

  • Demostrar una actitud amable y compasiva

¿Cómo lo ves? ¿Cumples estos requisitos? Admito que no es nada fácil cumplir todos ellos.


Quizá practicando y trabajando en todo ello podamos acercarnos a una forma de comunicar que nos permita una auténtica conexión, en que cada uno de nosotros podamos dar y recibir con generosidad un pedacito de nosotros mismos, de nuestra atención y presencia verdadera y sin resquicios. Nada fácil, pero ¡pocos regalos se me ocurren mejores que éste!

Sin duda, debemos trabajar y entrenar cómo nos comunicamos. No es fácil, pero es posible.

Yo también me lo llevo de “deberes”. Espero que sea provechoso para todos. ¡Ya me contaréis!


¡Un abrazo y seguimos hablando!


Angela Larrubia Ansón - Mindfulness Vida y Salud

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